Saltó la valla y empezó a correr tan rápido cómo le permitían sus piernas, empujando a la gente. Algunos caían al suelo, otros eran salvados por amigos o simples peatones. De repente cruzó la carretera y se tumbó boca arriba en ella, interrumpiendo el paso de los vehículos. La gente pitaba desesperada, esperando alguna señal para acelerar. En un visto y no visto, un hombre lo cogió y lo apartó de la carretera.
- ¿Estás gilipollas o qué? - Le gritó su padre, sacándolo de su extraño trance. - Ahora mismo vuelves al instituto.
El joven nunca entendió que es lo que había pasado...
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