viernes, 28 de octubre de 2011

Adiós. Última parte.


Roberta se fue hacia su casa, no quería ver a Rafael, no quería verlo, además su padre la estaba esperando. Fue a su casa y escribió una nota para su madre. Salió, se fue hacia el sitio favorito de su padre, un río de aguas cristalinas con un puente que lo cruzaba. Subió hasta él, se sentó en el saliente agarrada a la valla, el agua corría tranquila bajo su cuerpo ¡Cuántas veces había venido junto a su padre y había hecho esto! Giró la cabeza hacia un lado y lo vio, su padre estaba allí y le hizo una seña para que lo siguiera. Se tiró al agua, el verano pasado hizo eso mismo. Roberta no se lo pensó dos veces, siguió a su padre, se tiró al agua. Cuando cayó no pudo luchar contra la corriente mucho más fuerte que en verano. Intentó no ahogarse, en aquel momento quiso vivir pero no pudo soportar la velocidad de la corriente. Se iba a reunir junto a su padre, iba a estar junto a él por siempre, sin nada que los pudiese separar.
            Rosa llegó del trabajo a casa un poco más tarde de lo normal, tenía una reunión muy importante y se alargó un poco.
            Roberta ya estoy en casa – Dice sin respuesta alguna - ¿Roberta?
Va hacia la habitación de Roberta y ve una nota encima de la almohada.
“Adiós
Me he ido con papá”.
            Rosa se echa a llorar, su niña se había ido, y no iba a volver, se había ido para siempre, no había conseguido superar la muerte de su padre ¿cómo no se había dado cuenta? A la mañana siguiente la llamó la policía, un excursionista había encontrado el cuerpo de su hija. Se había ido con su padre.

Adiós. Cuarta parte.


Suena el timbre, Roberta abre, coge las llaves y sale a la calle.
- Roberta, mira, prefiero que dejemos lo nuestro. – En cuanto oyó esas palabras, la cara se le puso blanca, casi no podía respirar, se sentía asfixiada por aquella bufanda tejida por ella misma – Lo nuestro no tiene futuro, y pienso que es mejor que lo dejemos antes de que nos hagamos daño.
- ¿Pero qué daño nos podemos hacer?
- Mucho, más de lo que crees.
- Pero dame una explicación, no me puedes dejar así, no es justo por dios, después de tanto tiempo juntos, ¿Qué pasa? ¿Ya no me quieres?
- No, ya no te quiero ¿vale? Deje de quererte hace mucho tiempo, más bien nunca te quise, todo ha sido un juego. Además, no hay quien te aguante, no te aguantas ni tú, desde hace un tiempo, estás ¡insoportable, insoportable! – Le gritó intentando contener sus lágrimas. Hacer esto le dolía a él tanto o más que a ella.
- Por favor, no me hagas esto, ahora te necesito más que nunca, no me puedes dejar plantada.
- No estás sola, tienes a Loli, una muy buena amiga por cierto – Le dijo marchándose sin decir nada más, dejándola allí, sola, frágil.
     Roberta estaba confusa, no podía creer lo que acababa de pasar, Rafael la había dejado, ahora, precisamente ahora. Entra en casa y se acuesta, no tiene ganas de cenar, no tiene ganas de vivir siquiera.
    

            En su sueño…
- Hola hija –La saludó su padre. Estaba confusa, no sabía si estaba soñando o era verdad– Debes saber que siempre estaré junto a ti. Mientras me recuerdes, estaré junto a ti… -Le dijo alejándose, pero, él no se movía, era ella la que se estaba moviendo, no sabía qué es lo que estaba pasando, sentía que su padre estaba vivo. En alguna parte tenía que estar– Ven hacia mí, no te alejes –Le decía su padre, y ella quería hacerle caso, pero no podía dejar de retroceder, hasta que ya no lo veía. Despertó. Estaba jadeando, apenas podía respirar, sentía que se asfixiaba, esperó hasta que se le pasó y se volvió a dormir.
            Estaba delante del instituto, en el aparcamiento, no quería entrar, no podía, vio a una chica se acercó hacia ella.
- Hola –Saludó la chica.
- Hola. ¿Qué quieres?
- Nada, decirte que tú has perdido, yo he ganado, yo me quedé con tu novio. Sabía que al final lo iba a conseguir.
- ¿De qué hablas?
- ¿Ah? ¿que no lo sabes? Pues resulta que estoy saliendo con tu ex, y estoy con él desde antes de que cortara contigo.
- Eso es mentira.
- Es verdad amiguita, nos conocimos en la fiesta que te hizo, y digamos, que por la mañana desperté en su cama. ¡Adiós! – Le dijo yéndose contenta. Le había mentido. Rafael no la quería, pero ella a él sí, y no iba a parar hasta conseguirlo.

Adiós. Tercera parte.


            Están en clase, Loli mira a Roberta, ella sabe lo que hizo Rafael, y sabe que no debe de enterarse.
            En el recreo.
- Hola amor – Le saluda Rafael.
- Déjame, tú sabes que no me gustan las sorpresas.
- Perdón, yo solo quería animarte, venga, no te enfades.
- Está bien – Le dice besándolo con necesidad de amar y de ser amada.
- Te quiero, no lo olvides. -Dijo Roberto.
- Vale.
            Loli los estaba mirando. La verdad es que si no hubiese visto lo que vio, se lo habría creído. Rafael parecía seguro de lo que decía. Loli siente tanto odio, ella que tanta fe tenía en él, antes habría puesto las manos al fuego por él ¿pero ahora? Ahora no, ahora lo odia, había mentido a Roberta, si se entera, ¿qué hará esa chica? Los seguía observando, mira a un lado, al otro, espera, allí está la chica de la fiesta, se dirige a Roberta y Rafael. No se lo piensa dos veces y la alcanza antes de que se acerque demasiado a la pareja.
- ¡Tú! ¿Dónde vas? – Le pregunta Loli impidiéndole el paso.
- A hablar con Rafael.
- ¡Ja! Eso no te lo crees ni tú.
- Claro que me lo creo.
- Mira niña, yo sé que tú estás súper ilusionada, súper contenta, lo que quieras, pero no te acerques a ellos, mira, si quieres a Rafael, te esperas a que esté libre, yo hablaré con él, y él la va a dejar, porque sé lo que pasó, y no lo voy a permitir. Una última cosa, no te acerques a Roberta, porque te arriesgas a enfrentarte conmigo.  – Le advirtió Loli antes de darse media vuelta y irse con la parejita.
- Hola Loli.
- Hola. Rafael, tenemos que hablar, a solas.
- Claro, ahora vuelvo Roberta – Le dice dándole un beso.
            Se alejan hasta el punto en el que no les pueda escuchar nadie.
- Sé lo que pasó anoche, y la chica, iba hacia vosotros a ajustar cuentas, arréglalo, o lo arreglo yo.
- ¿Cómo que lo arreglas tú?
- Pues se lo digo a Roberta, es mejor que la dejes, porque si no la otra se lo va a decir, y ella es demasiado loca.
- Sí, tienes razón, si no la dejo, vamos a acabar muy mal, pero, es que no sé, su padre se fue, y ahora la voy a dejar yo, pues la verdad es que la idea no me resulta demasiado atractiva.
- Lo sé, pero es lo mejor para los dos, ella no soportaría saber que la has engañado.
- Vale – Le dice Rafael antes de irse hacia Roberta – Roberta, tenemos que hablar.
- Vale, ¿Qué quieres?
- Aquí no, te recojo en tu casa a las ocho.
- Como quieras.
            Ya por la tarde, después de las clases de francés y piano.
-¿Piensas salir? – Le pregunta Rosa a Roberta.
- Sí mamá, he quedado con Rafael.
- Vale, pero no llegues tarde.
- Está bien.

Adiós. Segunda parte.


La clase de francés se le hizo eterna, solo pensaba en su padre, en lo mucho que lo extrañaba. No pudo con la clase de piano. Antes aprendía con su padre. No pudo con esa clase, se fue a dar un paseo y a la hora de volver se fue a la academia donde ya la esperaba su madre que estaba hablando con la maestra de piano.
- Roberta, tu maestra me dice que te has ido – Le reprocha Rosa.
- Sí – Le respondió subiéndose al coche. No tenía ganas de hablar, tenía los ojos empapados en lágrimas, su madre se dio cuenta y arrancó.
            Ya en casa, Rafael la estaba esperando, en cuanto la vio bajar se sorprendió. Se acercó a ella y la besó.
- Estás guapa.
- Bueno, tú no te quedas atrás – Le responde Roberta besándolo.
- Sube – Le dice Rafael abriéndole la puerta del copiloto – te tengo una sorpresa.
- Tú sabes que no me gustan las sorpresas.
- Tranquila, te va a encantar.
- Eso ya lo veremos.
            Llegaron a casa de Rafael. Las luces estaban apagadas. Rafael la hizo entrar, cerró la puerta y encendió la luz. Cuando las luces se encendieron, salieron todos sus amigos gritando “¡Sorpresa!”
- No me gustan las sorpresas, no es mi cumple, no es mi santo ¡No hay nada que celebrar! – Le grito a Rafael yéndose. Empezó a andar, no había nada que celebrar, ya no habrá nada que celebrar, su alma se fue con su padre. Lo echaba de menos. Tenía frío, mucho frío. No sabía hacia dónde iba, pero necesitaba escapar de esta vida, de su vida. Hace unos días estaba tomando granizada con su padre, hoy está en medio de la calle, yendo a sabe dios dónde. Siente mucho frío, tiene los labios morados.
            Rafael está en la fiesta, no debería de haber hecho una fiesta, debería de haberla llevado al cine o a cenar.
- Hola – Le saluda una muchacha desconocida sacándolo de su trance.
- Hola.
- Eres tú el que ha organizado la fiesta ¿verdad?
- Sí, pero no ha servido de nada. Haga lo que haga, Roberta no se va a recuperar.
- ¿Qué le paso?
- Su padre murió, estaban muy unidos, nunca lo va a superar.
- Vaya, lo siento.
            Ya casi se habían ido todos los invitados, Rafael estaba borracho.
- Hola otra vez.
- Hola guapa.
- Y, tu novia, ¿Adónde fue?
- Si te digo la verdad, ni lo sé ni me importa. Nunca fue que digamos una buena novia, se pasaba casi todo el tiempo con su padre, pero, qué se le va ha hacer – No le da tiempo a terminar, cuando la chica lo besa, lo besa con pasión, con ansias de amor.
            Era por la mañana, Rafael despertó, se encontró desnudo, bajo las sábanas, al lado estaba la chica de la fiesta, está perdido, no sabe qué hacer, le duele la cabeza, y encima, llegaba tarde. Se vistió y cogió la maleta, echó a correr.