sábado, 26 de enero de 2013

Un amargo viaje



Son las siete de la mañana cuando mi madre asoma su rostro por la puerta de mi dormitorio y me llama. Es la hora de levantarse. Me desperezo entre las sábanas mientras hago un breve repaso mental de aquello que debo hacer durante el día. Me visto, me peino, me cepillo los dientes, me maquillo, y estoy lista para irme. Monto en el coche junto con mi madre. Antes iba en bus, era más ecológico y me dejaba tiempo para pensar, pero ese tipo de elecciones ya no se me permiten. Al llegar corro cuatro o cinco calles abajo, pues siempre llego mal de tiempo. Cuando alcanzo el instituto me siento en el patio y escucho cómo la gente escupe las palabras a través de mis auriculares. Espero a que mis amigas lleguen, y cuando estamos todas, entramos. Tres horas pasan por mí como si fuese un mero segundo, un susurrar del viento, deseando que llegue el recreo y poder descansar la cabeza sobre el regazo de una buena amiga, pues esto me hace sentir mejor, olvidarme de que estas navidades a penas tube regalos, de que puede que el mes que viene lleve la misma ropa. Otras tres horas y salgo a mi libertad. Recorro el mismo camino que por la mañana, pero de vuelta. Llego a mi casa, y si es final de mes, rezo por no haber dejado encendida ninguna luz más tiempo del necesario. Como y me siento en el salón mientras me tomo una taza de infusión. Cuando el vaso está vacio subo y hago las tareas, me cambio, y me tumbo en mi cama. Sueño con cosas que podrían pasar, pero no pasan, porque los sueños ya no se hacen realidad, porque gente se encuentra a la calle a diario y rezo por que mi familia no llegue a ese punto. Me acuesto pensando en que la vida me podría haber ido peor, pero también mejor, en que si no fuese por la crisis que atormenta nuestras calles, la presión sobre mis hombros sería menor. Me acuesto atormentata, por el miedo que siento al descubrir, que es posible que la impotencia que sienten mis padres cuando les cuesta llegar a fin de mes, también la sufriré yo, y que mis hijos, estarán en esta misma situación. Porque, seamos sinceros, pasarán muchos años hasta que España vuelva a la normalidad.

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